“Si pensaron construir una represa, desde hace
varios años atrás ¿porque no pensaron también en proteger las lagunas, los
manantiales y las cabeceras de cuenca?”
Alcalde del CP de Combayo, en entrevista
Programa “Cajamarca Ahora”.
Por Sociólogo: Avelino
Zamora Lingán
“Me
tinka que son 50 familias (las de Laurel del Valle) quienes se oponen al
proyecto Chonta ¿50 familias contra 1300?” “Hay que estar loco para oponerse a
este proyecto”. Conclusión, según el Sociólogo Telmo Rojas, los campesinos del
Laurel del Valle están locos. Son los argumentos que, probablemente hayan
generado algún grado de vergüenza en muchos sociólogos cajamarquinos, incluido
en el autor del presente comentario, porque fueron expresados precisamente por
un sociólogo, en el ya importante programa “Cajamarca Ahora”, emitido en el
canal 45, en cadena con otros tres canales televisivos locales más. No quiero
imaginar cómo se sentirían los hermanos del Laurel del Valle, y en general la
gran mayoría de los campesinos al escuchar tales argumentos, cargados de
discriminación social. Ciertamente, en las ciencias sociales, especialmente en
la sociología, no existen verdades absolutas, y esto es así, a tal punto que
pueden existir tantas “verdades” cuantas cabezas pensantes hay. Pero, esta
regla se cumple más en las conclusiones verdaderamente científicas; en cambio
en otros aspectos sociales, sólo hace falta hacer buen uso del sentido común
para entenderlos y explicarlos. Es más, la verdad es objetiva, porque está
fuera de la conciencia del Ser y no dentro, por lo tanto la verdad es
inocultable.
Por ejemplo, mi
sentido común, y estoy seguro que la de esas 50 familias a las que se alude
como “opositoras” al “gran” proyecto Chonta me dice que sí debajo de un
determinado espacio se construye una gran represa para almacenar agua; mientras
al mismo tiempo, en la parte superior las actividades mineras van destruyendo
permanentemente los colchones acuíferos, los manantiales y las lagunas
existentes, surge inevitablemente la pregunta ¿con qué agua se va recargar
dicha represa, con la de las lluvias, acaso? Si fuera así, entonces esa pequeña
represa San José estaría funcionando. Asimismo, obviamente, tales actividades
mineras remueven, debilitan, aflojan los suelos, de tal manera que, en época de
lluvia, los sedimentos fluirán naturalmente a esa gran represa, por lo mismo
ésta se llenará de sedimentos en menos tiempo de lo que los “estudios técnicos”
consideren. ¿Hacen falta voluminosos tomos de estudios técnicos, de grandes
científicos e invertir 13; 15, o 20 millones de soles sólo en estudios técnicos
para decir esta gran verdad objetiva? NO, sólo es sentido común. En todo caso
son hipótesis susceptibles de ser verificadas o no; pero, a través de estudios
serios, imparciales y no plagiados, ni desfasados o tendenciosos para favorecer
a algunas empresas extractivas poderosas.
Ahora, bien. Gusta
mucho acudir a la expresión “cosecha de agua” para justificar el Proyecto
Chonta y otros proyectos más de carácter extractivo. Bien, de acuerdo con la
famosa “cosecha de agua”, sobre todo en época de calentamiento global, donde
este elemento vital sería el causante de las próximas guerras mundiales, puesto
que los conflictos sociales locales han empezado ya en muchos puntos del
planeta, de los cuales Cajamarca no escapa. Pero, el problema es que se asume
que siempre habrá lluvias; sin percatarse que el calentamiento global no sólo
causará lluvias extremas, pues también causará largos periodos de sequías extremas
y, entonces, en el supuesto posible que en Cajamarca se presente un largo
periodo de sequía extrema ¿De dónde se cosechará agua para llenar las represas?
Pero, también, la “cosecha de agua”, propuesta favorita de quienes prefieren
que se desaparezcan las fuentes naturales de agua como los colchones acuíferos,
manantiales, lagunas, etc.; y, además, se contaminen; requiere de ciertas
condiciones favorables, precisamente para asegurar la permanencia de lluvias y
haya de donde “cosechar el agua”; entre éstas condiciones: forestar y
reforestar las áreas donde se piensa ubicar las represas; no remover los
suelos, almacenar el agua en pequeñas o micro represas para que sea favorable a
la agricultura, etc. ¿La presencia de actividades mineras garantiza forestar y
reforestar los espacios libres y protegerlos? ¿Las actividades mineras
garantizan que los suelos permanezcan fijos y compactos o por el contrario éstas
más se preocupan en removerlos, destruirlos, aflojarlos o debilitarlos, luego,
consecuencia de ello, sean fácilmente arrastrados por las lluvias?
Ante esto, creo que la
propuesta de “cosecha de agua” es mucho más pertinente para lugares o espacios
geográficos donde no existen fuentes hídricas naturales; en cambio, para
lugares donde la naturaleza ha favorecido con valiosísimas fuentes de agua
¿acaso no es mejor proteger y cuidar a esas fuentes de agua, como si fuera la
“niña de los ojos”? ¿O, mejor dicho se “hubiesen” cuidado y protegido a
nuestras fuentes hídricas, manantiales y lagunas, dado que hoy muchas de ellas
ya no existen más que en el las fotografías o en las imágenes? ¡Que tal
inteligencia de muchos compatriotas y, en especial, la de muchos gobernantes,
medios de comunicación, profesionales y políticos: Dejar que lo natural sea
destruido para ser sustituido por lo artificial. Esto es como si a alguien le
ofrecieran unas cuantas monedas por un hígado, sano y natural, para luego sustituirlo por uno
artificial!
La otra expresión muy
utilizada es “Desertificación Antrópica”. Efectivamente, término muy utilizado
porque con ello se pretende responsabilizar sólo a la población rural de la
pérdida de bosques y de vegetación natural, así como de la erosión de los
suelos y en consecuencia de la falta de agua, etc., etc.; pero ocultando o minimizando las verdaderas causas
de la desaparición de las fuentes de agua, de la vegetación natural, de la
erosión de los suelos. Yo me pregunto ¿Quién es más pernicioso para la
desertificación aquel campesino que por necesidad se ve obligado a desertificar
media o una hectárea para sembrar un poco de trigo o maíz y luego traerlo a la
ciudad para el alimento del citadino o aquella transnacional que remueve más de
600,000 toneladas de tierra al día para obtener oro y luego venderlos en otros
países, quien sabe para hacer qué tipo de artículo de lujo? Ciertamente, el
gran problema estructural en el país, especialmente en la sierra peruana es el
minifundio, entendido éste como proceso en curso, que se expresa en la cada vez
mayor fragmentación permanente de la parcela debido a la práctica de la HERENCIA.
Pero, al mismo tiempo, desde que se consolidó el modelo del libre mercado, éste
también viene afectando aún más el problema de la tenencia de la tierra, en la
medida que se está generando un proceso de RECONCENTRACIÓN DE LA TIERRA EN
POCAS MANOS, mediante la llamada concesión a las transnacionales extractivas,
sean éstas mineras, gasíferas, petroleras, maderera, etc. Hoy son varios los
millones de hectáreas de tierra, muchas de ellas aptas para la agricultura, que
son apropiadas por algunas grandes empresas nacionales y extranjeras, muchas
veces valiéndose del despojo coercitivo, a los campesinos (como se viene
haciendo con la familia chaupe, por ejemplo) y lo peor con aval legal del
propio Estado. De otro lado, La población rural se encuentra sumida en una
encrucijada, de la cual, al parecer, nadie le ayuda a salir. Por un lado se
encuentra con que cada vez ve fragmentada su parcela, agudizándose el
minifundio; de otro, las zonas alto andinas, conocidas como “jalcas”, lugares
alternativos adonde emigraban de las partes bajas, para sembrar o criar su
ganado, son ocupados por las empresas transnacionales que realizan las activas
extractivas, mientras que los campesinos son expulsados de allí. A esto se
suma, el despojo que se le quiere hacer bajo el pretexto de la ejecución de
mega represas y mega proyectos, que no se sabe a ciencia cierta si solucionará
o no el problema del agua, tanto en el aspecto de riego, como en el aspecto del
consumo humano. La gran pregunta es: ¿Entonces, cual es el futuro que el Estado
le ofrece a la población rural? Y, aquí no sólo estamos hablando de las 50
familias campesinas, que, según Telmo Rojas, son las únicas que se oponen al
proyecto Chonta. Estamos refiriéndonos a los miles de campesinos cajamarquinos
y peruanos que afrontan similares problemas en todo el Perú, vale decir el
despojo de sus tierras por las grandes empresas y el problema del minifundio. A
la interrogante sobre el futuro, creo sinceramente que al Estado y a su modelo
sagrado del libre mercado no le interesa, nunca le ha interesado los campesinos
serranos, los campesinos minifundistas. Al contrario, éstos, como bien lo
señala el desaparecido sociólogo Orlando Plaza, para el actual modelo económico,
son un lastre para “el desarrollo”, “un obstáculo”, corroborado, esto, también,
por el autor del libro “La Tercera Ola”, Alvin Toffler, puesto que la
agricultura es una actividad tradicional perteneciente a la primera ola, es
decir a la parte más atrasada de la evolución económica humana. En este
contexto, suena a engaño y a demagogia, aquello de que la represa chonta se
hace con la finalidad de beneficiar a los campesinos, beneficiar a la
agricultura. Pregunto, entonces ¿De cuando acá los adoradores del
neoliberalismo se preocupan por los campesinos parceleros, minifundistas, de aquellos
campesinos, a los cuales, los capitalistas y agentes económicos, atropellan sus
derechos en las propias narices del Estado, las veces que quieren y cuando
quieren? Desde esta perspectiva, el caso de la familia Chaupe se torna
emblemático, porque miles de campesinos serranos, minifundistas son ninguneados
por los sucesivos regímenes de turno, algunos hasta lo hacen descaradamente, al
llamarlos “perros del hortelano” y “ciudadanos de segunda clase”. La expresión
“¿Acaso 50 familias se van a oponer a 1300 familias?” tranquilamente se puede
decir que esto casi equivale a decirle a esas familias campesinas que son como “perros
del hortelano”, que “no harían ni dejarían hacer obras para la famosa cosecha
de agua”.
En fin, termino el
presente comentario, diciendo lo siguiente: Más arriba indiqué que el campesino
serrano se encuentra en una encrucijada, de la cual nadie les ayuda a salir. El
Estado poco o nada se preocupa de este importantísimo sector social, quien abastece
a las ciudades con los alimentos agropecuarios; peor aún, ni pensar que los
llamados “inversionistas privados” inviertan en la agricultura, porque ésta no
es rentable. La agricultura para ellos no les genera rentabilidad en el breve
tiempo y en la magnitud que ellos quisieran. Ante esto, el “inversionista
privado” sólo se interesa por lo que hay debajo de la tierra de los campesinos,
que obviamente son los minerales, oro principalmente. Eso si le interesa, vive
por ellos, mata por ellos, persigue por ellos, despoja de su tierra a los
campesinos por ellos, corrompe instituciones por ellos. Mientras tanto, los
campesinos sí salen de esa encrucijada, pero salen a poblar las ciudades, a
convertirse en moto-taxistas, en vendedores ambulantes, paleados por
municipales, en obreros y, porqué no decirlo hasta en delincuentes comunes. Tal
es la realidad desde el punto de vista de un sociólogo, que obviamente no podía
callarse ante un problema como el del agua, el mismo que se pretende dar
solución, pero generando otro problema social: El del despojo de su tierra a 50
familias; porque, valgan verdades, para mi así serían cinco familias o cinco
personas, quienes serían despojadas o erradicadas de sus tierras ya constituye un problema social.